En una de mis últimas prácticas de desapego, me centré en la difícil tarea de tirar al contenedor del papel, viejos apuntes de la Universidad perfectamente clasificados por idénticas carpetas rotuladas con el nombre de la asignatura, año que la curse y profesor que la impartió. Por si quedaba algo de valor dentro, fui abriéndolas una a una y ese gesto fue lo que salvo que perdiera una nota del año 2011 que presagiaba lo que años después me sigue regalando la vida, amistad.
Hace unos días fue él, el que rescató para mí un regalo que le hice con motivo de lo que yo creí que iba a ser nuestra despedida. Me emocionó mucho leerlo, pero eso solo fue un principio; quiero decir, que lo después fue aún mejor, que hemos crecido juntos y hemos compartido tanto, que me quedo con nuestro presente, que para mí era imposible y que por suerte Jose me rebatió.
Felicidades, sigue iluminándonos durante muchas vueltas más al sol.