("Eran los mejores tiempos, eran los peores tiempos,
la edad de la sabiduria,
el ciclo de la estudipez,
la fase de la creencia,
la etapa de la incredulidad, la estación de la luz,
la hora de las sombras,
era la primavera de la esperanza,
el invierno de la desesperación, lo teníamos todo por delante, nada habia frente a nosotros...")
Hay otras secuencias mucho más conocidas que seguro nos vienen a la mente cuando pensamos en él, pero ésta(que es el final de "Brubaker" - 1980-) es la que he creído que debía poner porque puede que refleje hoy, un sentir de los que lo hemos admirado: ojos llorosos, cientos de aplausos de gratitud y un plano aéreo que nos aleja para siempre del personaje.
Crecí viendo sus películas en el par de canales que había en la televisión de entonces o yendo al videoclub para alquilarlas durante el fin de semana. He seguido su carrera tanto como actor como director, y creo que fue el primer guapo al que admiré. Algunas de sus películas son hoy todavía mis películas favoritas.
Ha muerto Charles Robert Redford, pero su cine y todos los lugares donde nos llevó a través de él, permanecerán intactos para los amantes del cine.
Se materializa de repente, normalmente cuando estamos rodeados de mucha gente y no tenemos a nadie conocido a la vista. Algo se activa que ensordece la escena y en el silencio que de pronto nos envuelve, nuestra voz nos habla y nos describe lo que somos desde su peor versión. Es como si desde las profundidades de una caverna emergiera una especie de ser monstruoso armado con un espejo que nos pone delante para mostrarnos un plano de nosotros que reconocemos enseguida, porque es el plano de nuestras inseguridades. El impacto ante lo que vemos es de tal magnitud que lo que llega a continuación son unas ganas terribles de escondernos y desaparecer, de que pase algo, lo que sea, y dejemos de estar en el sitio equivocado en el peor momento posible. Y enseguida nos envuelve una sensación de pequeñez, de no encajar ni haber encajado nunca, de tener los andamios mal puestos desde siempre y de que nos están viendo, de que toda la sala, todos los que nos rodean nos ven así, así de feos, de pequeños, de solos.
La sala entera parece haberse dado cuenta de que nuestra presencia es como una isla y nuestra soledad se anuncia como si lleváramos clavado en la cabeza un neón que parpadea en blanco, anunciándonos: solo,solo,solo.
Cuando tras la llegada de uno de esos momentos isla, aparece el efecto neón, tras él se abre camino la pregunta fatídica, esa que debemos evitar a toda costa, porque cuando surge ya no hay marcha atrás y todo está perdido.
En una de mis últimas prácticas de desapego, me centré en la difícil tarea de tirar al contenedor del papel, viejos apuntes de la Universidad perfectamente clasificados por idénticas carpetas rotuladas con el nombre de la asignatura, año que la curse y profesor que la impartió. Por si quedaba algo de valor dentro, fui abriéndolas una a una y ese gesto fue lo que salvo que perdiera una nota del año 2011 que presagiaba lo que años después me sigue regalando la vida, amistad.
Hace unos días fue él, el que rescató para mí un regalo que le hice con motivo de lo que yo creí que iba a ser nuestra despedida. Me emocionó mucho leerlo, pero eso solo fue un principio; quiero decir, que lo después fue aún mejor, que hemos crecido juntos y hemos compartido tanto, que me quedo con nuestro presente, que para mí era imposible y que por suerte Jose me rebatió.
Felicidades, sigue iluminándonos durante muchas vueltas más al sol.
Por el poder de convocatoria de la música, por ser contemporánea de una leyenda y por tener la suerte de disfrutar de manera consciente de una despedida . GRACIAS.
es los cómics de Astérix después de que cenásemos,
luz encendida en el pasillo y churros
para desayunar los fines de semana.
Mi padre es una casa de alquiler
cuando el verano parecía largo.
Mi padre es el portátil, la colonia
de Álvarez Gómez y los libros puestos
en una torre sobre la impresora.
Mi padre es lo que veo cuando hablo de mi casa,
la pelota que no ha tocado el suelo
y el miedo que le tengo yo a la muerte.
JUAN HERRERO DIÉGUEZ
PD: Mi padre era mi concepto de familia, los "días grandes" de mi casa, mi inventor de referencia, mi yo quijotesco, mi "solucionador"(aunque su capacidad real se limitara a veces a la protección), mi parte derrochona, mi preferencia por la comida tradicional después de dar vueltas por la modernidad, mis momentos disfrutones e irresponsables. Pero también, mi nariz prominente, mis puntos de rubí, mis uñas cuadradas, mis orejas alargadas ... la imagen que aparece cada vez con mayor frecuencia cuando me miro en el espejo.
Y todo lo entiendo ahora, ahora que ya no puedo decírselo.
Cuando esta tarde pronuncien tu nombre, proyecten tu imagen y te veamos ascender por las escaleras en busca de la beca que supone el cierre de tu etapa universitaria, algunos seguiremos aún tratando de asimilar desde fuera, la velocidad del tiempo, la facilidad con la que aparentemente has logrado la meta y tu gran habilidad para gestionar la vida durante todo el trayecto. Y es que, no ha dejado de sorprendernos tu capacidad, tu actitud y tu personalidad durante estos años.
Dicen, que nunca se sabe el valor de un momento hasta que se convierte en recuerdo y eso es lo que te deseo, que el de hoy sea uno de esos días que puedas rememorar siempre. Disfrútalo y guárdalo a buen recaudo.
Si en el atardecer de la vida Dios nos examina de amor, no es cuestión de improvisar la preparación de ese examen final. Quiero decir, que tenemos trabajar también por ese futuro en el que ya no estaremos más que en forma de recuerdos para los demás.
Repaso esa lección estos días grises.
(1) Nota.- Se recomienda ver y llorar la película y detenerla y rebobinar tantas y tantas secuencias ..... ( yo me quedo con la que transcurre desde 1:20 a 1:24, o la que va desde 1:25 hasta 1:28, o por ejemplo la que abarca desde 1:09 a 1:11)
Al pasar por allí el otro día me vi buscando irremediablemente lo que algunos dibujamos en esas paredes hace más de treinta años, como si fuera imposible la superposición de otras identidades a la nuestra y nuestra huella fuera indeleble. De bruces, me encontré -en el que aún considero mío- con nuevas pintadas y nuevos inquilinos, puede que con un aspecto muy distinto al nuestro de entonces pero viviendo esa etapa universal en la que todos empezamos a librar batallas, nos debatimos entre inseguridades, soñamos futuros improbables, padecemos amores/desamores que creemos trascendentales y vamos realizando las primeras elecciones que de manera inconsciente determinan ya nuestra vida y nuestro modo de enfrentarnos a ella.
(...)A menudo, a causa de nuestras necesidades afectivas, somos demasiado proclives a abrir el corazón con demasiada urgencia y nos volvemos demasiado dependientes del amor de otras personas, lo que hace que corramos el riesgo de que hagan con nosotros lo que quieran
Muchas veces, en situaciones de carencia afectiva, ponemos en manos de otros la posibilidad de ser felices, cedemos todo nuestro poder y pasamos a depender completamente de lo que nos den. El miedo a no sentirnos queridos nos hace volvernos sumisos, complacientes, dejamos de poner límites, nos perdemos a nosotros mismos, nos convertirnos en nada. Dejamos de amarnos y de respetarnos y comenzamos a ser carne del abuso narcisista.
La vida cuesta, en parte, habla de las consecuencias de todo esto, de la tristeza gigante de los grandes desengaños, los que son provocados por el abuso de alguien que era importante para ti y acaba destruyéndote. Habla de la dificultad de superar y perdonar cuando uno ha vivido encuentros de este tipo.
Muchos y muchas de vosotros sabréis de lo que hablo: esa ansia insistente por recibir un amor que llega a cuentagotas que te va atrapando en sus redes mientras va llevándose todo tu brillo y buenas intenciones, ese túnel negro, ese dolor innombrable, esa rabia brutal por no haber sido consciente de todo aquello.
Esta canción habla también sobre la necesidad de perdonar. Shakespeare decía que el rencor "es un veneno que se bebe uno esperando que quien se muera sea el otro", porque, en última instancia, a quien acaba dañando es a quien lo irradia. Por eso la cura está en el perdón, a pesar de la injusticia, porque el acto de perdonar es algo que uno se da a sí mismo. No tiene tanto que ver con la otra persona, sino con darnos la oportunidad de recuperar nuestra paz. Quien conoce el perdón sabe bien de lo que hablo.
En mi mundo laboral ideal ella siempre estaría, sería mi primera opción; una imprescindible.
En el mundo en general, en la vida, no deberían faltar personas así para mantener la fe de los demás.
Perdió ayer la justicia murciana a una de las grandes, que sin embargo se ha ido de una manera inversamente proporcional a su magnitud, pero más acorde a su forma de ser. Se ha despedido con sencillez, discreción, sin pompa y con el reconocimiento y cariño de todos los que hemos tenido la suerte de trabajar para ella.
Gracias a su dedicación, profesionalidad, honradez, educación, responsabilidad, paciencia, respeto, integridad y enseñanzas tanto en lo profesional como en lo personal, la justicia puede que no fuera tan moderna, veloz e implacable, pero si ha tenido más calidad y ha sido más humana. Desde este punto de vista ha sido infinitamente mejor.
Nos quedamos un poco a oscuras sin Dña Ana, pero a la vez orgullosos y agradecidos por haber compartido vida con ella todos estos años.