sábado, 10 de marzo de 2018

No!

- ¿Tú tienes hijos Soledad?- le preguntó Marita
Oh, no. Y ahora esto. Tenía que ser Marita quien sacara el tema. Odiaba que le plantearan esa cuestión, porque cuando respondía no, ese no tan irreversible ya a su edad, eso no que significaba no sólo que no tenía hijos, sino que ya no los tendría jamás y que por consiguiente tampoco tendría nietos; ese no que la marcaba como mujer no madre y que la lanzaba a la playa de los desheredados, como un resto sucio de tormenta marina, porque los prejuicios sociales eran inamovibles en este punto y toda hembra sin hijos seguía siendo vista como una rareza, una tragedia, mujer incompleta, media persona; cuando decía no, en fin, Soledad sabía que ese monosílabo caería como una bomba de neutrones en mitad del grupo y alteraría el tono de la conversación: todo se detendría y los presentes quedarían expectantes, demandando de manera tácita una explicación aceptable del porqué de tan horrorosa anomalía; que Soledad dijera, "no pude tener niños", o quizá, "tengo una enfermedad genética que no quise transmitir", o incluso, "en realidad soy transexual y nací hombre"; en suma, aceptarían cualquier cosa, pero desde luego la obligarían a justificarse. Y una vez más, Soledad se prometió a sí misma que resistiría la presión y no añadiría ni una sola palabra al monosílabo.
-  No.

                                                                                                          ROSA MONTERO


No a la discriminación, pero en todas y cada una de sus manifestaciones.

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