lunes, 18 de noviembre de 2013

El olor de los recuerdos

Las wii no huelen a nada

Todo lo más a fábrica china, a humedad de contenedor o como mucho a estantería de Media Markt. Y eso no son olores que se te agarren a la memoria y puedan arroparte y hacerte esbozar esa sonrisa que a veces llevan algunos por la calle y que nos hace preguntarnos de qué coño se reirá ese imbécil.

Nadie debería crecer oliendo a eso, o peor aún, oliendo a miseria, a basura,  a pólvora , a miedo.

Yo tuve suerte, aunque mi hijo piensa que soy una especie de australopiteco porque sigo sin saber jugar a la wii y de pequeño  ¡no teníamos teléfonos móviles!.

A veces, mientras comemos, me pide que le cuente historias de una pelota hecha con las bolsas de los bocatas, de cómo encendíamos el  brasero de la abuela o de como cazábamos gorriones a perdigonazos.

Entonces  cierro los ojos y puedo olerlo. Sí, ¡puedo olerlo! Huelo el carbón del brasero, el pan, las migas, el arroz y conejo, el gato, la huerta, el arcón de los dulces de navidad, el estanco de mis tías, la iglesia, la tiza y la pizarra, los libros y las libretas sin estrenar, los rotuladores Carioca y los lápices Alpino, el bidón de cartón de Ariel donde guardaba los juguetes, la tienda donde mi madre me compraba a pellizcos los pantalones, la papelería,  la casa de la tata e incluso el olor  de la enmohecida antigua biblioteca Villaspesa de Almería y sobre todo, el olor de mi abuela porque no nos equivoquemos, las abuelas cuando eres niño, por lo menos las mías, olían  de forma distinta; cálida, dulce, entrañable, tierna,  acogedora, apacible.

Gracias a Dios los que estamos en esto que suele llamarse cuarentón y cincuentón tenemos un enorme disco duro donde aun se pueden ir guardando cosas y lo que es mejor aún, los archivos antiguos aun no están corruptos (¿se dice así?) y , aunque son de una versión antigua del office, son compatibles y aun pueden abrirse y ser leídos.

A menudo tengo la extraña sensación de que sólo la gente de mi generación puede disfrutar  de esos recuerdos. Quizás sea porque todos los juguetes nos cabían en un bidón de detergente y teníamos que llenar nosotros solitos las horas y  las entendederas con una cosa muy rara llamada imaginación.

Hoy he entrado a casa de mi madre muy temprano. Olía a magdalenas y a abuela y me he sentido bien, muy bien. Tanto es así que he pensado que el día que ella no este seguramente serán estas y no otras, las cosas que mas eche de menos: el olor que desprenden los buenos recuerdos.

Y luego he pensado si algún día yo seré capaz de inspirar lo mismo en los que deje aquí. Espero no oler a wii…..
                                                                                                             E.Sandoval
                                                                                                                           
 
Meravigliosa creatura by Gianna Nannini on Grooveshark

1 comentario:

cm dijo...

Cierro los ojos y también puedo recordar el olor de la abuela...
Gracias