miércoles, 18 de diciembre de 2013

María Cegarra


He sido


una sencilla profesora de química.


En una ciudad luminosa del sureste.


Después de las clases contemplaba el ancho mar.


Los dilatados, infinitos horizontes.


Y los torpedos grises de guerras dormidas.


He quemado mis largas horas en la lumbre


de símbolos y fórmulas. Junto a crisoles


de arcilla al rojo vivo hasta encontrar la plata.


No he descubierto nada.


No tengo ningún premio.


A Congresos no asistí.


Medallas y diplomas


nunca me fueron dados.


Minúscula sapiencia para tan grandes sueños.


Pequeñez agobiante para inquietudes tantas.


Y rebelde ha surgido, como agua en desierto,


el manantial jugoso, intenso, apasionado,


-dulce herencia entrañable- que tiene la riqueza


de llenar de poesía tan honda desolación.


De “Desvarío y fórmulas”

Tres de las cuatro virtudes cardinales - prudencia, fortaleza, templanza- me vienen a la cabeza leyéndola. La última, la justicia(entendida como dar a cada uno lo que le corresponde), pero precedida del prefijo in,  es aplicable a su vida como a la de cualquier otro; aunque en su caso quizás un poco más, si tenemos en cuenta que habiendo nacido en 1903 en La Unión, fue la primera perito químico de España.

No hay comentarios: