Qué fantásticos y qué irreales son los principios, cuando piensas que todas tus pisadas te han estado conduciendo a un punto exacto desde ni se sabe el tiempo y te ilusionas creyendo que todo tiene sentido por ese motivo. ¿Lo más duro? cuando te das cuenta de que a lo mejor esos pasos son solo los necesarios para llegar a otro lugar, un poco más allá de donde te rescataron, y de que estás empezando a avistar el final que sigue a todo principio; que has llegado a ese punto de inflexión en que estás más cerca del término que del comienzo, y que se avecina una despedida.
Y es así que aprendes, partiendo de la inevitabilidad de los finales como parte natural de los empieces, que se debe mantener la aspiración de no dejar de ansiar nuevos comienzos - a pesar del miedo por la experiencia en los desenlaces -, y más si se descubre que hacer cosas por primera vez es lo que a uno le acerca a la felicidad.