domingo, 30 de agosto de 2015

Aquella última hoja


En el gran chopo frente a mi balcón
Tan seguro de sí y sin altanería
Tranquilamente vivo
Mientras amarillea ya por trechos
Su verde población
Qué claramente distinguimos
Las hojas pálidas que más agita
Desentendido el viento
Las que más sin querer se balancean
Las que más locamente giran
En torno a su peciolo
Las que van a caer más pronto

Hay una que hace días
Vapuleada más que todas
Tironeaba atropellada
Más que cualquiera otra
Se aferra más que todas
Su voluntad entera convertida
En uñas, dientes, garras

También ella hasta el final resistirá
A este atropello sordociego
Que la quiere arrancar de la densa hermandad
De verdores, de sueños, de susurros
De inevitable don de amor
A la que tan del todo pertenece

                                                          Tomás Segovia


sábado, 22 de agosto de 2015

Bajando de nivel, justo hasta Kamchatka




Lección estival: se puede descender en la pirámide de Maslow y verte de pronto, de la noche a la mañana, luchando tan solo por conservar lo más básico.

sábado, 8 de agosto de 2015

jueves, 6 de agosto de 2015

Rabo de nube





















Si me dijeran pide un deseo
preferiría un rabo de nube,

un torbellino en el suelo
y una gran ira que sube.
Un barredor de tristezas,
un aguacero en venganza
que cuando escampe parezca
nuestra esperanza.


Si me dijeran pide un deseo,
preferiría un rabo de nube,
que se llevara lo feo
y nos dejara el querube.
Un barredor de tristezas,
un aguacero en venganza
que cuando escampe parezca
nuestra esperanza.

                                                                              Silvio Rodriguez(1977)



lunes, 3 de agosto de 2015

Para cuando te ahogues, para cuando me ahogue



La luna se puede tomar a cucharadas
o como una cápsula cada dos horas.
Es buena como hipnótico y sedante
y también alivia
a los que se han intoxicado de filosofía.
Un pedazo de luna en el bolsillo
es mejor amuleto que la pata de conejo:
sirve para encontrar a quien se ama,
para ser rico sin que lo sepa nadie
y para alejar a los médicos y las clínicas.
Se puede dar de postre a los niños
cuando no se han dormido,
y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos
ayudan a bien morir.


Pon una hoja tierna de la luna
debajo de tu almohada
y mirarás lo que quieras ver.
Lleva siempre un frasquito del aire de la luna
para cuando te ahogues,
y dale la llave de la luna
a los presos y a los desencantados.
Para los condenados a muerte
y para los condenados a vida
no hay mejor estimulante que la luna
en dosis precisas y controladas.



Jaime Sabines