Nada debería quedar tan expuesto, tan desnudo, tan a la intemperie... La sucesión de notas que va a ser capaz de componer una melodía en algún momento, las anotaciones hechas en cualquier lugar accidental que podrán crear una historia, los hilos que dan vida a los títeres, la identidad de los que en invierno te colman de regalos, o la casa que alberga la vida de la persona que luego cambia la tuya. Es innecesario que esa parte sea descubierta. Esa parcela debe quedar oculta, vedada, y no por su falta de importancia sino por respeto a lo trivial, o por la necesidad de mantener algo de misterio, o por reivindicar el derecho a no saberlo todo, a que no todo sea lógico, racional y manifiesto; tal vez por el empeño en preservar ese pequeño espacio donde aún pueda vivir la imaginación.
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