miércoles, 4 de mayo de 2022

De los perdedores



 



Desde la exaltación de los comienzos, cuando sus cortezas prefontales se habían apagado por efecto del enamoramiento(pasando así a dormir temporalmente su raciocinio) , y tenían todas las dificultades del mundo por delante y por vivir, prometieron que serían siempre sinceros y que llegado el momento, si no lo veían claro, si no estaban seguros,  se  citarían para confesárselo cara a cara y decirse adiós.  Y no solo eso, además, tendrían motivos de sobra para celebrar juntos todo lo bueno que hubieran compartido. Pasarían a convertirse desde entonces en los mejores amigos, porque se conocerían a la perfección.

¡Blablablá!

Pero no,  nada de lo proyectado ocurrió así. Cuando aterrizaron en el mundo real,  cuando vivieron lo que estaba reservado para ellos, descubrieron que esa necesidad de una despedida opera justo al contrario; mientras quieres despedirte sueles querer quedarte un poco más. Que cuando se acaba un sentimiento de ese tipo, no se necesita una convocatoria oficial para poner el punto y final, y lo primero que te viene a la memoria no es lo bueno (puede que porque esa parte ya no compensa el resto), no tienes ganas de celebrar nada y mucho menos de volver a verle la cara al otro de manera inmediata. Te sobreviene el melodrama y de manera recurrente solo eres capaz de recordar todas las desdichas que os han llevado a terminar, y sueles regodearte una temporada en la desgracia(lo justo).

La racionalidad hace su reaparición en el peor momento, y te da la lucidez suficiente para entender lo diferente que erais los dos y todos los motivos por los que no podía funcionar lo vuestro, y puedes hasta enumerar las múltiples pistas que así te lo indicaban desde el principio. Se hace la luz; en realidad es como si pasases  a tener un cañón de luz  con todos los lúmenes existentes justo encima de tu cabeza las veinticuatro horas del día.

Y quien no albergaba esperanzas de viajar al espacio, de pronto se ve con un billete en la mano que lo propulsa  más de trescientos mil kilómetros desde su mundo conocido a otro planeta, uno donde ya no habita el otro.  Ese viaje los vuelve extraños y por supuesto buscan la amistad en otras personas.

Continúan como pueden,  con indiferencia sobre todo, que es el paso más definitivo para la desvinculación.


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