Un crepúsculo y una testigo accidental que tras deslumbrarse por esa imagen ansió tener más; y así, movida por ese deseo, se sentó a esperar, creyendo que el tiempo lo solucionaría todo.
En cambio, lo que le ocurrió a la testigo(en contra de su pronóstico) es que las horas le fueron robando poco a poco la belleza de esa visión, hasta devolverle finalmente una profunda e inevitable negrura.
No tenía que haberse detenido allí durante tanto tiempo pensó; no tenía que haber ambicionado tanto. Debió simplemente disfrutar del momento y continuar su camino con la ilusión, de que detrás de aquel escenario quizás se escondía algo maravilloso. Y mantener para siempre la duda, porque en la duda caben todas las posibilidades, las reales y las ideales.
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