Visualicé en modo ráfaga la película de un gran número de cumpleaños. La mayoría pudo haberlos celebrado más, o simplemente de otra manera; también pudo en muchos de ellos haber reunido a todos los suyos, porque aún existía la posibilidad real de hacerlo. Recuerdo bastantes con regalos fallidos, y una infinidad de los que pasaron como un día ordinario porque entendió que no había nada que festejar.
Y lo que deseé el pasado veintiocho de enero fue, que no recordase ninguno de esos días malgastados, que no le pesara haber desaprovechado todas esas posibilidades de ser feliz con tanta facilidad, que no tuviera la necesidad de arrepentirse.
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