Escenas
tan cotidianas como verla saltar a la comba o escucharla hablar de las
maravillas de tener una peonza brillante, muy pronto pasarán a ser extraordinarias para
poco después desaparecer. Son los estragos de la edad, que con enorme facilidad
nos deshabitúa de la simplificación, nos
resta capacidad de comprender y nos adentra en el mundo de las explicaciones.
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