Nuevos inquilinos llegan para recordarnos que es hora de que nos marchemos, que la prórroga que este verano tan generoso nos ha dado hasta casi noviembre, ha terminado y que debemos volver a otra realidad, la que concuerda con el calendario; a otros lugares comunes para nosotros; a otras situaciones que periódicamente debemos vivir; quizás, a otras personas a las que ya sobrepasamos, simplemente por la necesidad de aprender a mirarlas de otra manera.
Cerramos la puerta de la casa otra vez y ya tengo nostalgia por lo que dejo. Y con la nostalgia, un inmenso vértigo por lo difícil que se esta haciendo volver a ese lugar cada año o por lo extraordinario que es, poder hacerlo una vez más.
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