LA CASA
He sentido a mí padre en el jardín
podando los rosales como si fuera marzo.
Bajé a verlo cuidar la hierbabuena,
echar tierra de encina para esponjar la dura
porque el invierno ha sido largo y seco
y hay que mullirla para el tibio estiércol
(luego vendrán las lluvias y las horas de luz
jugando con las hojas del gran chopo).
A ratos se paraba, apoyado en la azada,
las botas de faena hundidas en la tierra,
y me miraba sin saberse muerto.
PEDRO OJEDA ESCUDERO
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