“Como los erizos, ya sabéis, los hombres
un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor.
El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.
¿Qué queda de las
alegrías y penas del amor cuando éste desaparece? Nada, o peor que nada; queda
el recuerdo de un olvido. Y menos mal cuando no lo punza la sombra de aquellas
espinas; de aquellas espinas, ya sabéis".
Luis Cernuda
Ahora que sé algo de los erizos y su dilema, la verdad es que los envidio. Qué alivio supondría conocer la distancia exacta que se debe guardar, para que al querer o al dejar de hacerlo, no nos hagan ni hagamos daño. Qué fácil si sólo se tratara de una distancia física perfectamente medible y generalizable.Y hay que ver, qué agotador es experimentar con el ensayo - error para hallar una respuesta.
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