Sigo sin encontrarle su sentido legítimo y principal, el que de pequeña trataron de enseñarme y agoté sin llegar a aprender del todo. Pero creo, que mientras nos pueda servir como pretexto para reunirnos, o para ser generosos, o para mitigar soledades, o para empatizar con los que tienen menos suerte que nosotros, o para tratar de conciliar, o para recordar junto a los que siguen a nuestro lado a quienes ya no lo están, o para predisponernos tan solo a tener buenas intenciones durante dos semanas, un día o una cena, seguirá mereciendo la pena celebrarla. Mero utilitarismo, puede ser, pero bendito utilitarismo.
Feliz Navidad
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