He sido
una sencilla profesora de química.
En una ciudad luminosa del sureste.
Después de las clases contemplaba el ancho mar.
Los dilatados, infinitos horizontes.
Y los torpedos grises de guerras dormidas.
He quemado mis largas horas en la lumbre
de símbolos y fórmulas. Junto a crisoles
de arcilla al rojo vivo hasta encontrar la plata.
No he descubierto nada.
No tengo ningún premio.
A Congresos no asistí.
Medallas y diplomas
nunca me fueron dados.
Minúscula sapiencia para tan grandes sueños.
Pequeñez agobiante para inquietudes tantas.
Y rebelde ha surgido, como agua en desierto,
el manantial jugoso, intenso, apasionado,
-dulce herencia entrañable- que tiene la riqueza
de llenar de poesía tan honda desolación.
De “Desvarío y fórmulas”
Tres de las cuatro virtudes cardinales - prudencia, fortaleza, templanza- me vienen a la cabeza leyéndola. La última, la justicia(entendida como dar a cada uno lo que le corresponde), pero precedida del prefijo in, es aplicable a su vida como a la de cualquier otro; aunque en su caso quizás un poco más, si tenemos en cuenta que habiendo nacido en 1903 en La Unión, fue la primera perito químico de España.
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