sábado, 15 de marzo de 2014

El árbol submarino


Cuando viví en la superficie, me alzaba erguido,  casi podría decir que presuntuoso,  en la ribera de un lago dálmata. Filas intermitentes de hojas con un verdor cambiante, cubrían mis ramas; me unían a la tierra potentes raíces y los pájaros, me buscaban como refugio para hacer sus nidos. Mi presencia para cualquier caminante, era evidente y yo era vulnerable al sol, la lluvia y el viento.                     

Pero desde que vivo bajo el lago, soy un reflejo de lo que fui. Mi estado ha cambiado, y únicamente reparan en mí los que curiosos se asoman desde el borde del camino. Mis ramas, ahora desabrigadas, desnudan su silueta sinuosa ante cualquiera y nada me habita. Incluso, para los peces que merodean por estas aguas, soy un estorbo que sortear en su interminable deambular.

Ahora sólo soy capaz de notar humedad; del sol,  me llega un filtrado indirecto a través de esta infinita agua que condiciona mi existencia,  y  me he vuelto inmune al viento, del que me limito  a observar los movimientos que causa en la capa más externa de este líquido que divide los dos mundos que he conocido y cómo, lentamente, se van posando sobre ella las hojas de los que como yo en otra época, se van rindiendo ante su fuerza.

Mi cárcel dentro del patrimonio de la humanidad.

No hay comentarios: