Hay momentos que llegan para
marcar un antes y un después, que
cierran etapas, y el pasado treinta y
uno de diciembre vivimos uno de esos momentos.
Ocurrió como en aquel programa de televisión en el que
caracterizaban a la gente para que cantara y el presentador, los anunciaba como
: “SE VA FULANICA - aún sin transformar - y VUELVE ... MENGANICA – ya transformada -”.
Algo parecido a ese espectáculo televisivo pasó en mi casa; que en un instante ella desapareció para enfundarse en el traje de su primera fiesta de fin de año y poco después reapareció otra persona; que se volatilizó nuestra “Lui” adolescente e hizo su aparición “Luisa”, o mejor dicho, el primer prototipo de una Luisa adulta, expuesta o dispuesta a partir de ahí(al menos eso me pareció a mí) para entrar en una nueva fase de experiencia vital.
Algo parecido a ese espectáculo televisivo pasó en mi casa; que en un instante ella desapareció para enfundarse en el traje de su primera fiesta de fin de año y poco después reapareció otra persona; que se volatilizó nuestra “Lui” adolescente e hizo su aparición “Luisa”, o mejor dicho, el primer prototipo de una Luisa adulta, expuesta o dispuesta a partir de ahí(al menos eso me pareció a mí) para entrar en una nueva fase de experiencia vital.
Fue entonces cuando algunos - con el corazón encogido- la vimos alejarse hacia ese otro mundo distinto al nuestro, y sin nosotros para protegerla; tomó ese inevitable camino sin
vuelta atrás, por el que todos en algún momento hemos tenido que iniciarnos. Y
por unos segundos dudamos aún de su madurez,
de su claridad de ideas, de su firmeza
para decir SÍ o NO, de si recordaría lo suficiente aquellos principios repetidos hasta la saciedad por
los nuestros y luego por nosotros. Y tuvimos tanto miedo por ella, por ella sola de pronto frente a todo, en esa otra realidad en la que tal vez ya no nos haría partícipes, o tal vez sí, o puede que un poco solo, quién sabe.
No, no fue solo una fiesta de
Nochevieja, fueron tantas otras cosas...
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